Nos cuentan que...

Camba, don julio, tan habitualmente irónico como cáustico, contaba que había maneras muy fáciles y económicas de escribir el editorial de cualquier periódico en esos días en los que el ingenio, (siendo buenos y dando por sentado que este había existido alguna vez en la redacción), se había tomado unas "vacaciones".

Bastaba con reproducir los párrafos de algún editorial de la competencia, y añadir una o dos frases llevándose las manos a la cabeza por lo que en él se decía.

Así no sólo se cubría el expediente, sino que además se tenían asegurado los aplausos de los incondicionales habituales, y el tirón de orejas, en forma de indignados anónimos, de la competencia (aunque algunos hacían ambas cosas para darle más "ambiente" al tema).

El último muermo epistolar de este intento de critico anacreóntico, fácil y gracioso; pero insufrible personaje, de gustos pedantescos y detestables, lleno de petulancia y arrojo pueril, y al que, por supuesto, nadie lee, parece haber servido para salir del paso a más de cuatro, a los que su ingenio, (si es que alguna vez lo tuvieron) les duro menos que una bolsa de tranchetes en la sabana esa de los "famosos".

Ya más de una vez hemos advertido a los muy abundantes mirones (como, evidentemente, nadie "lee" al "borjamari", tendremos que suponer que las estadísticas cuentan a los "mirones" también), que ojear estas feroces y absurdas "macarradas" puede producir, especialmente en almas sensibles, ataques de ansiedad cuyos síntomas son difíciles de distinguir de los de una gastroenteritis, algo que desde aquí comprobamos cada día al abrir el correo electrónico y ver las abundantes deposiciones que nuestro amables lectores realizan.

Pero de lo que no puede responsabilizarse este cretino es de esas otras "güebes", ya más quemadas que el pelo de la leticiasabater que, incapaces de "inventarse" algo propio, aprovechan el último cartucho para llamar la atención, fusilando párrafos de esta estolidez "analizando" sesudamente frases sin sentido que en ella aparecen y que, para que engañarnos, fuera del microcosmos ombliguero de los blogs, no se las tomaría en serio ni el tio de la bota después de meterse en el cuerpo una caja de tintorro.

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