Reflexiones en blanco y negro: o nadear en la nada

Con las bitácoras "hiperrealistas" de formato adolescente (y el término no tiene que coincidir exactamente con una determinada edad biológica -aquí un caso evidente-), ocurre lo mismo que con esas mujeres, recatadas ellas, que jamás llegaron a enseñar un pecho en público pero que en cuanto son madres el pudor se convierte, como por arte de magia, en un puro y duro exhibicionismo que no respeta ninguna circunstancia; como si el pecho del que mamara el niño no tuviera nada que ver con aquel otro que se pasaron su vida escondiendo.

"Reflexiones en blanco y negro" es un ejercicio de amamantamiento continuo, una constante exhibición de fragmentos de vida, aburridos, monótonos, mal escritos y que apenas pueden ser leídos sin bostezar varias veces en cada post. Ninguna vida puede ser tan insulsa como la que describe su autora, hasta la más aburrida figura de cera tiene más acción que la detallada en esta delirante bitácora que desafía las leyes del aburrimiento contándonos una y otra vez, desde su cómoda posición occidental: calentita, cómoda y saciada, lo pacifista, cool y enrollada que puede llegar a ser una después de pegarse "un maratón de 48 horas frente al ordenador" con la boca llena de surrealistas "solidaridades" en posesión de eso aún más abstracto que cursi llamado "valor humano".

Solidarios de salón colocándose la inútil y folclórica pegatina humanitaria que aplaque su mala conciencia por pertenecer a las injustas minorías que vivimos razonablemente bien a costa de la apocalíptica pobreza de tantos millones de seres humanos que a lo único que pueden aspirar desde que son paridos es a la supervivencia en condiciones límites. Ya que no está dispuesta a abandonar sus comodidades sería mucho más honrado que se callara.

Al menos es la demostración de que los weblogs son un género "nuevo", igual que las castas señoras solo se sacan el pecho para darle de mamar al niño y nunca se les hubiera ocurrido hacerlo en cualquier otra circunstancia, tal cantidad de simplezas y de obviedades uno nunca se propondría contarlas de no existir este indefinible invento que llamamos bitácoras.




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