Un homenaje a bruguera o a bestia loca recuerdo modorro

Como cualquier niño mentalmente (supuestamente) sano de generación analógica sentía lógica pasión por los tebeos, por un universo que te hacía reír, soñar, vivir. Años más tarde, la pseudointelectualidad que contamina todo lo que toca me descubrió que no existía inocencia en ellos, que no se llamaban tebeos sino cómic y que resultaban ser una de las artes más transcendentes del siglo xx.

Y ahí se jodió la magia. Me cambiaron la candorosa inocencia de aquellos simples dibujos por ensayos metafísicos o estructuralistas sobre los retorcidos simbolismos que emanaba cada viñeta, proliferaron las conversaciones enfáticas y eruditas que llegaban a equiparar los cómic al quijote y hasta la subcultura más vanguardista lo adoptó como bandera. No había "moderno" con pedigrí que no mencionara el cómic como elemento clave en su camino iniciativo.

Lo intento. Intento creer que sigo leyendo tebeos cuando me pongo cachondo con los dibujos de milo manara, cuando me deslumbra la infinita mala leche de lauzier al retratar las cosas de la vida, con los inquietantes horrores de moebius, con las maravillosas aventuras del corto maltés, genial outsider engendrado por un marino de cornualles y una gitana de gibraltar. Pero no es igual, al fin y al cabo los que nos hemos criado a los pechos de las hermanas gilda o soñábamos en ser los primeros que pusiéramos en marcha alguno de los aquellos cacharros que semana tras semana inventaba el profesor frank de copenhague, sufrimos crónicamente una ancestral alergia ante la sofisticada palabra cómic.

Por eso al toparme de bruces con este "homenaje a bruguera" y ver plasmadas otra vez algunas de aquellas viñetas tan eclécticas, esperpénticas, desordenadas y plagarias de ellas mismas como entonces, no he podido más que gritar ¡viva el tebeo!




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