Ante la próxima celebración de una changa a la que han titulado "eventoblog", nos cuentan que...

... mientras se empeñan en meternos por las narices y hasta la saciedad, usando los habituales trucos a los que tan acostumbrados están -y que tan bien manejan- (la experiencia es un grado) para elevar los nombres de sus blogs al olimpo de la nada (incapaces de alzarlos por otros méritos), bastará con echar un vistazo a la lista de adhesiones inquebrantables (los mismos nombres de siempre -con razón empiezan a llamar a muchos de ellos "los ajos") y a las "características" del "evento" (uno de cuyos sinónimos curiosamente resulta ser "imprevisto") para darse cuenta del interés que tendrá para la mayoría de los autores de las bitácoras tan publicitado hecho: el mismo que un capítulo de la última serie de la señorita obregón.

A costa de la gran mayoría de bitacoreros, y aprovechándose del habitual silencio y pasotismo de ellos (que no quieren ni oír hablar del perverso juego de las vanidades de los de siempre), un pequeño grupo parece que sigue empeñado en abanderar (para/por sus propios e inconfesados intereses y sin que nadie se lo haya pedido), el micromundo blog, Un micromundo que, precisamente por sus propias características, lo que menos necesita son líderes mesiánicos interesados en escribir libros para aumentar su currículo (y que nadie compra) o nos suelten pomposos mítines demagógicos para decirnos no ya qué es o qué no es un blog sino qué tenemos que escribir, cómo tenemos que escribirlo y hasta cuándo tenemos que escribirlo. Por supuesto lo que ellos digan, como ellos digan y cuando ellos digan.

Hay que reconocerles su perseverancia. Ahí siguen. Aprovechándose del silencio ajeno y mayoritario, prometiendo al personal (que ni tan siquiera sabe que existen) tocar ellos primero el cielo de la gloria para repartirlo después entre todos. Aunque resulte que sólo pretendan crearse uno a su medida; a la corta medida de sus egoísmos y sus mezquindades.

Da igual. Es el momento. Pasemos de ellos. Fijémonos en ellos para no ser jamás como ellos. O mejor, hagamos algo como ellos: mirémoslos desde arriba, despreciémoslos. Pero no los envidiemos ni un segundo ni aspiremos a arrebatarles sus horteras poltroncillas de terciopelo. Ellos son, desde púlpitos benevolentes dándonos pusilánimes y alicortados consejos de mansedumbre funcionaria, el pasado. Olvidémonos de su oropel, de su propaganda, de sus estadísticas. Son los paupérrimos datos de su acostumbrada competitividad vecinal y sombría más maquillados que una folclórica octogenaria. Que no nos contagien de su amor al ombligo ni nos recluten en su ejercito de resignación en el que sólo ellos pueden tener graduación.

Y que no nos domestiquen obligándonos a bailar al son de sus avariciosas músicas en forma de interesados eventos. Los billetes que ellos intentan poner en circulación son papel sucio sólo, y ellos, los monederos falsos que tratan de comprar al resto para tranquilizar sus conciencias diciéndose, entre eructos, que es mala la condición humana y que la vida es una historia que siempre acaba mal.

Hagámosles un buen corte de mangas y mandemos a la mierda sus miserables eventos de quincalla. Los demás somos muchos más y mucho mejores aunque no organicemos hipócritas cantos de sirena. Porque lo peor de las bitácoras son ellos y lo que significan y lo mejor el futuro moldeable, sólido, caliente e insólito de un fenómeno imparable que estamos haciendo entre T O D O S. Mal que les pese. Lo peor.. que hasta yo estaré allí.

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