co2: a contracorriente

Es el tema de moda. Las previsiones referentes al estado de salud del planeta resultan muy poco optimistas. Sin embargo los blogs dedicados a tan árido (y nunca mejor dicho) tema no abundan. Acerca de esos asuntos los "expertos" bitacoreros que de todo saben -especialmente del porvenir-, prefieren correr un tupido velo, y los pocos que se ocupan de ello (sin caer en la demagogia proselitista y mitinera), soportan con resignación un bien ganado sambenito de agoreros. Lo son. Lo malo es que no parecen ir demasiado descaminados. Hoy se habla, por aquello de no llamar a las cosas por su nombre, de cambio climático. Ya ha empezado, cómo no, y casi nadie con poder está dispuesto a admitir que no se deba a caprichos incontrolables de la naturaleza.

Se ensayan medidas para reducirlo, pero los nuevos efluvios se amontonan sobre los viejos. Pocas voces se alzan discrepantes en tan políticamente correcto tema. Los países de tercer mundo protestan sobre las restricciones al enguarramiento global. ¿Nadie tan solidario, ecologista y fraterno se ha preguntado por qué los paises desarrollados han podido hacerlo durante decenios sin que nadie les llamara al orden y, ahora que la cosa empieza a ser preocupante, a ellos les impiden seguir lo que tradicionalmente ha sido el camino del progreso? hay empresas, mogollón, dispuestas a aceptar estos argumentos y un montón de blogs dispuestos a jalear la doctrina oficial. A muerte.

Pero no todos. Alguno hasta tiene otro punto de vista. Curioso al menos. Por eso no conviene, aunque sólo sea como una forma de acercarse a conocer otras hipótesis (menos minoritarias de lo que puedan parecer) perderse sus argumentos.

Partamos de lo evidente: predecir el futuro es imposible. Para empezar ¿qué es el futuro? ¿Mañana, dentro de veinte años, el siglo que viene? Por un lado esta incertidumbre está muy bien: a lo mejor nos espera un planeta tan destrozado como suponemos, y se superan de forma milagrosa el hambre, las epidemias y todo tipo de catástrofes habituales. Por otro lado, nuestras expectativas de un universo de ciencia ficción en el que nos sentamos cómodos ( y hemos de reconocer que la ansiedad precisa para hacer ese universo deseable ya está creada) se puede ir al garete dejándonos con las ganas.

En términos chapuceramente científicos diríamos que el horizonte predictivo de los atrabiliarios es bastante limitadito. Saben perfectamente que la más pequeña variante puede alterar la evolución imprevisiblemente: cada causa produce un efecto y el efecto modifica la causa, la causa a su vez modifica la causa, y así sucesivamente.

A las predicciones de futuro les ocurre algo parecido: todos sabemos que en noruega hará siempre más frío que es sudán, pero eso es casi todo. En el siglo XIX fueron muchos los que pensaron ( y no necesariamente los más tontos) que la historia era una ciencia exacta cuyas leyes había que descubrir. Todos los que creyeron haberlas encontrado se equivocaron, lo cual no quiere decir que no atinaran en todas su predicciones. Pero la historia, su curso, ha sufrido una aceleración brutal desde entonces: causas y efectos se encadenan a una velocidad endiablada produciendo nuevos efectos, nuevas causas... El futuro ya no es lo que era.

La máquina no puede pararse, lo sabemos. Pero es muy probable que de aquí a unos años tengamos que prescindir de algunos objetos cotidianos cuya incidencia sobre el medio ambiente es grave, Por ejemplo, las bolsas de plástico o los pañales desechables. Si nos ponemos en un extremo hasta incluso tengamos que reprimir nuestro apetito carnívoro, si las multinacionales de la hamburguesa lo permiten. Las vacas han crecido en número casi tanto como las personas, y para sus pastos se talan enromes áreas de selva tropical, en países en que nunca probarán esa carne. Aunque suene a chiste, la contribución de la defecación vacuna a la hecatombe atmosférica empieza a ser preocupante. Las vacas destruyen y polucionan mucho más de lo que ofrecen a cambio. Puede que vuelvan a ser un articulo de lujo, que se pongan a precio de percebe, de caviar

Cualquier profecía, por más argumentada que esté, por más fiables que sean los datos de los que parte, corre el riesgo de no contar con las mariposas que decidan batir sus alas en un determinado momento. Esa incertidumbre, como en el caso de los chamanes climáticos, da de comer a mucha gente, que se especializa -o dice especializarse- en geopolítica, en ciencia, en tecnología, en comunicación, en sociología, en economía, en ecología, en estrategia, en derecho.. Y a veces fallan todos los expertos del globo. ¿Quién en su sano juicio habría previsto hace veinte años una urss. descompuesta, una alemania unida, o la macedonia (con macedonia) de estados en que se ha convertido lo que fue yugoslavia..

Tal y como nos pintan las cosas y ante tal sucesión de barbaridades que (nos cuentan) sudecerán, es muy difícil no empezar a pensar en el suicidio como solución individual, antes de que el suicidio colectivo (en el que nos cabe una parte de culpa como usuarios de los sprays desodorantes) de manifieste en todo su esplendor.

Por eso es bueno conocer otros puntos de vista. Aunque en el fondo todos sepamos que son sólo optimistas profesionales dispuestos a demostrar a quien les quiera oír que nuestro pobre planeta es capaz de sufrir mucho más embates de los que los humanos (una especie de virus que le ha salido a la tierra) somos capaces de producir. Al fin y al cabo hay que reconocer que el desastre anunciado en el que estamos inmersos tiene todavía que manifestar resultados peores para poder afirmar, científicamente, que no tenemos ninguna solución. El que no se conforma es porque no quiere.

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