Vivir del cuento: sonrisa amarga cargada desde el humor negro

A veces, caminar por los márgenes desangelados de la soledad proporciona una óptica lúcida de la realidad. Esos seres marginales, los solitarios, los que no se ajustan a las normas, aquellos que no pueden desprenderse del tono amargo de la existencia, los que escupen en cada esquina su asco y desprecio vital, se convierten, en esos límites, en reporteros de una época, en lúcidos testigos de un modo de vivir, en cronistas de la historia de un país. Porque tienen algo que decir y porque su forma es arte.

En realidad, se limita a escribir su propia rutina, agria, cínica, pero también humana y conmovedora. Una existencia cutre, fofa y desolada pero a la que se le escapa, entre la soledad y el miedo, una extraña ternura. Cogerle el ritmo a este blog (y al personaje que ha creado el autor) sale solo (a pesar de una complicada estructura narrativa llena de idas y vueltas al pasado), retratando como pocos no sólo su existencia diaria sino también las grietas de una sociedad que hace aguas por mil y un sitios. Toda una gozada.

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